En el tiempo
de guerra atacar en el momento
equivocado podría costar la batalla o en un maratón correr sin haber entrenado
lo suficiente podría ser un fracaso; comer un pastel a medio hornear o
recoger la cosecha antes de tiempo siempre traerá consecuencias negativas.
Tal como el
“esperar” rige en todos los estamentos de la vida, en tiempos de
necesidad, dificultades y problemas el ejercitar la fe y la paciencia es algo más que
imprescindible para enfrentar la adversidad.
Nunca habrá
un tiempo cuando nosotros no podemos esperar en Dios cualquiera que sea nuestra
necesidad o en la más grande dificultad que enfrentemos, cuando nuestra
situación parece imposible nuestro trabajo es “esperar en Dios”.
Nuestro trabajo es dejar nuestras peticiones
ante el padre y con la simplicidad de un niño derramar nuestros corazones ante El, depositar ante el trono del padre nuestro clamor,
tristeza, lágrimas, es liberar nuestra alma.
“Esperar”
en el Señor no significa quedarnos paralizados ya que Dios tiene un plan
concreto con nuestra vida. Tómese del
escudo de la fe que es un ancla fuerte
que nos sostiene firmes cuando los vientos de la tormenta emocional nos golpean.
Dios
siempre tiene un bien mayor en mente, muchas veces nuestra compresión espiritual
es muy limitada, pero El lo ve todo, y El desea que nosotros pasemos por el tamiz de su voluntad, su propósito, su
plan.
Nuestra “espera”
nunca será en vano ya que en el tiempo perfecto de Dios vendrá la respuesta a
nuestra petición según su voluntad, y sus ilimitados recursos siempre estarán disponibles.
“Esperar”
no significa estar ociosos, simplemente es hacer una pausa, no actuar hasta
recibir instrucciones claras; requiere valor, demanda paciencia y exige confianza, es mantenerse firme contra la presión de los
demás, y en silencio aprender la más
difícil de las lecciones.
Y cuando llegue
el tiempo preciso y perfecto a los ojos de Dios avance con osadía, confianza, valor, fuerza y
absoluta seguridad de que El cumplirá su
palabra en su tiempo, a su manera y en su hora.
El tiene un
plan y diseño para nuestras vidas que se ajusta perfectamente a cada
sufrimiento, cada dolor y cada problema que enfrentamos.
No importa
que dolor, prueba o tragedia se le presente en el camino, regocíjese de que nuestro
padre celestial siempre estará allí para
asegurarse de que todo obre para su
bien, sin importar que suceda.
Querido
Padre Celestial gracias por las pruebas y las bendiciones que
envías a mi vida, sigue proveyéndome de tu gracia y tu misericordia para
aguantar bajo la presión que viene de la prueba, la tragedia y la perdida.