Cuando atravesaba los primeros tiempos de doloroso duelo, después del asesinato de mis amados padres, recibí la consolación de parte de amigos y conocidos; ellos la expresaban de diferentes maneras, algunos con palabras, través de una llamada, otros citando pasajes bíblicos que me animaban a pensar que el sufrimiento y el dolor pertenecían a este mundo pero que ellos ahora estaban en el cielo; otros manifestaron su consolación con hechos , como el regalo de una hermosa planta, tarjetas con hermosos mensajes, pero nunca olvidare a una mujer americana llamada Ms Lynn.
La señora Lynn, ella llego a mi hogar con una comida cuidadosamente preparada y con la delicadeza y dulzura que la caracteriza, la puso sobre mi mesa y nos invito a comer, sin pronunciar palabras, sin consejos, sin citar textos bíblicos, nos demostró su amor y toco nuestras vidas para siempre, ella suavizo con sus hechos y sus palabras el momento más difícil de mi vida.
Durante el trascurso de nuestra vida son muchas las personas que llegamos a conocer, pero son muy pocas las que impactan nuestra vida y las que permanecen en nuestra memoria a pesar del tiempo como es el caso de la señora Lynn. Lo anterior me recuerda una vieja historia acerca de un anciano que llevaba siempre una pequeña botella de aceite con él a donde fuera. Cuando oía que la puerta rechinaba el rociaba un poco de aceite sobre las bisagras, si el encontraba una puerta con un seguro difícil para abrir el usaba su aceite para lubricarla y suavizarla. Y así dedico su vida y su tiempo lubricando con su aceite los accesos a los más difíciles lugares; haciendo la ruta más fácil a todos aquellos que vendrían después de él.
La gente a su alrededor lo veían diferente extraño y hasta loco, pero él nunca renuncio a continuar haciendo lo que sentía y con frecuencia cuando su aceite escaseaba volvía a rellenar su botella. La misión de este anciano fue “lubricar y suavizar los mas oxidados y rechinantes lugares”.
En este mundo son muchas las vidas como la mía o quizás la tuya que hemos experimentado extremo dolor, y que por un tiempo resuenan o rechinan y que con el eco en sus corazones claman alivio y sanidad.
Es entonces cuando Dios envía a aquellos que ha preparado para una misión como la del anciano; para lubricar los corazones endurecidos por el dolor y el sufrimiento intenso, con el aceite de amor y compasión.
“Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con oleo de alegría más que a tus compañeros” Salmo 45.7
Esa es también la misión en nuestra vida una vez que hemos sido sanados por Dios y aprendemos a trascender en el viaje del dolor, y así como la del anciano, podemos cargar diariamente nuestra propia botella de aceite, e ir suavizando vidas, con el “aceite de alegría”.
Cuando untamos con “aceite de alegría” a otro, tal vez no alcanzamos a conocer el tamaño de la angustia y la desesperación que está en su corazón y tampoco como nuestras palabras de ánimo o de nuestro silencio lo pueden levantar, restaurar y brindar a su vez sanidad y alivio.
“Una palabra amable siempre será como un rayo que irradia la luz del sol sobre un corazón triste”
Todos tenemos la oportunidad de dejar una huella e impactar la vida de otros, no son las grandes predicaciones, talentos o dones, sino las muestras de amor que permanecen en nuestras memorias para siempre.
El aceite de bondad y misericordia siempre podrá suavizar los pestillos y las cerraduras de los más endurecidos corazones aun los que han sido oxidadas por pecado, Este aceite los dejara suaves y flexibles, listos y preparados para recibir la gracia redentora del Salvador.
Querido padre Celestial gracias por las personas que has colocado en mí camino en los momentos más difíciles de mi vida, y ayúdame a poder impactar la vida de otros y dejar una huella en sus corazones para siempre.
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