sábado, 20 de agosto de 2011

El efecto de la ira y la amargura

Cuando la vida nos enfrenta a circunstancias difíciles,  situación de pérdida, muerte,  aflicción, heridas, dolores profundos,  podemos reaccionar en forma negativa convirtiéndonos en   “personas amargadas” o por el contrario verlo positivamente permitiendo que la prueba nos haga  “mejores personas”.

  Aun las circunstancias más difíciles que enfrentemos, tanto el enojo como la amargura estarán presentes, generando inestabilidad emocional,  física  y espiritual.  Con el presente escrito pretendo mostrarles como estos dos aspectos tanto la ira como la amargura, producen un efecto devastador en nuestras vidas cuando permitimos su control.

 Cada uno de nosotros tenemos  una elección para hacer acerca del  enojo o la amargura, podemos  dejar que  tomen control  y permitirles ser nuestros maestros o podemos tratar con ellos  y crecer en fortaleza espiritual y sanidad.

Experimentar “enojo” es un sentimiento legitimó, no es equivocado sentirlo, pero si podemos elegir como reaccionar ante él, cuando permitimos que el “enojo”  afecte nuestra  vida y la de los demás  a nuestro alrededor, sin darnos cuenta estamos experimentando “amargura”.   Según  el Dr. Tim Clinton,  Autor y Presidente de la Asociación Americana de Consejeros Cristianos. “La amargura es la acumulación de enojos durante las etapas de la vida”

 La amargura impide estar disponible a recibir el regalo de la Gracia de Dios, así como una raíz pequeña  crece hasta convertirse en un gran árbol;  la “amargura” trae consigo celos, disensiones e inmoralidad.  Cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida, puede sanar todas las heridas y dolores profundos que causa la amargura.  

La amargura  podría brotar  en nuestro corazón y  esparcirse  dañando nuestras más profundas relaciones cristianas.  La perspectiva sobre la gente y la vida puede llegar a ser envenenada por la amargura. Y esta nunca produce nada agradable ni correcto.  Nunca satisface su corazón y podría siempre bloquear su viaje a través del duelo y el dolor.  Vea la amargura como su enemigo y aléjese pronto de ella. 
“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe y por ella muchos sean contaminados”    Hebreos  12.15
La “raíz de amargura” toma control cuando alimentamos rencores por heridas pasadas o permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse resentimiento.

El desafío para nosotros hoy  es dejarnos moldear en las manos del alfarero y  permitir que Dios mande su lluvia,  sane nuestras heridas,  nos  fortalezca  y nos  haga  más  efectivos, instrumentos útiles en su obra, renovados, perdonados y libres. 


Querido Padre Celestial  se que las pruebas de aflicción que tu permites en mi vida tienen un propósito alto y sublime, permíteme estar disponible en tus manos y  libera mi alma de todo aquello que estorbe el servirte.



2 comentarios:

Hola: tus comentarios son bienvenidos y seran de bendicion. Gracias anticipadas.